THE DIARY OF AN INNER-CITY PRIEST/EL DIARIO DE UN SACERDOTE URBANO – #51

THE DIARY OF AN INNER-CITY PRIEST

Diary Entry #51

Brenda and Eddie

In 1977 Billy Joel released an album called The Stranger.  One of the songs, Scenes from an Italian Restaurant, tells the story of a fictional couple, Brenda and Eddie, who were the popular king and queen of the high school prom, married just out of school, and divorced shortly thereafter having found themselves unable to deal with the realities of life.

It’s a great song, and if you do not know it, you should.  The couple I am about to describe does not resemble Billy Joel’s fictional couple whatsoever.  Rather, their story is one of two Catholic young people trying to discern their vocations in a Brenda and Eddie world.

My Brenda was a young woman in her early 20’s when I first met her.  She had sensed a calling to the religious life and had visited several different religious orders before she arrived at my office seeking advice.

She was convinced that she had a vocation to the religious life, but had not found a convent where she felt “at home”.  I suggested to her that she continue her search, which she did for some time, but we eventually concluded that religious life was not her calling.  “What do I do now?” she asked.  “Now”, I told her, you look for a husband.”

Why would I suggest such a thing?  The Catechism of the Catholic Church informs us that every human person’s primary vocation is to holiness.  This is referred to as the “universal call to holiness”.  Either we co-operate with God’s grace in this life and become holy, or we will be perfected by God’s grace after death in Purgatory, presuming that we die in a state of grace.

The Catechism goes on to explain that this universal call to holiness is lived out in one of four “states of life” i.e., the married life, the religious life, the priesthood, or the consecrated lay state.  The common denominator among these four is a publicly made, permanent commitment.

Brenda visited a Catholic dating website and met a young man recently converted to Catholicism.  They chatted online for some time and finally agreed to meet for a date.

Those of us who are a little older may find this method of dating a bit unusual, but I have learned from dealing with many young couples that it actually works well.  On line, people can find a community of others with similar religious beliefs and practices much more easily than they can in a university, in the workplace, or in discotheques.

For example, I recall a young couple who came to me for marriage preparation years ago.  He was a construction worker and rarely crossed paths with any women.  She was a writer who worked from home and rarely crossed paths with any men.  They met on line, hit it off, married, and as far as I know, are living happily ever after.  For all of its atrocities, it seems that the internet has made it possible for like-minded young people, who might never have been able to do so in the past, to meet.

My Brenda was convinced that her Eddie was the man of her dreams, and her future husband.  The problem was that he had not popped the question. “What do I do now?”, she asked.  “Now,” I told her, you ask him to marry you.”  She did, and he said, “Yes!”.  Today, Brenda and Eddie live happily in another part of the country. I am proud to be the godfather of their first child and keep in regular contact with them.

They attend Mass every Sunday, live the Church’s teaching regarding married life, and are the sort of parishioners that any pastor would be happy to have.  They may not have been the king and queen of the prom, but they appear to be well on their way to the Kingdom of Heaven.

 

EL DIARIO DE UN SACERDOTE URBANO

Entrada de diario #51

Brenda y Eddie

En 1977, Billy Joel lanzó un álbum llamado The Stranger (El Extraño).   La canción cuenta la historia de una pareja ficticia, Brenda y Eddie, y tiene lugar en un restaurante italiano.  Brenda y Eddie, los personajes más populares de su promoción, eran el rey y la reina del baile de graduación de la escuela secundaria; se casaron recién egresados de la escuela y se divorciaron poco después al sentirse incapaces de hacer frente a las realidades de la vida. Es una extraordinaria melodía, y si no la has escuchado, te invito a que lo hagas.

La pareja que voy a describir no se parece en nada a la pareja ficticia de Billy Joel. Más bien, su historia es la de dos jóvenes católicos que intentan discernir sus vocaciones en el mundo de Brenda y Eddie.

Brenda era una muchacha joven de poco más de 20 años cuando la conocí. Había sentido un llamado a la vida religiosa y había visitado varias órdenes religiosas antes de llegar a mi oficina en busca de consejo. Estaba convencida de que tenía vocación a la vida religiosa, pero no había encontrado un convento donde se sintiera “en casa”. Le sugerí que continuara su búsqueda, lo cual hizo durante algún tiempo, pero finalmente llegamos a la conclusión de que la vida religiosa no era su vocación. "¿Qué hago ahora?" ella preguntó. “Ahora”, le dije, “busca un esposo”.

¿Por qué sugeriría yo tal cosa? El Catecismo de la Iglesia Católica nos informa que la primera vocación de toda persona humana es a la santidad. Esto se conoce como el “llamado universal a la santidad”. O cooperamos con la gracia de Dios en esta vida y nos santificamos, o seremos perfeccionados por la gracia de Dios después de la muerte en el Purgatorio, suponiendo que morimos en estado de gracia. El Catecismo continúa explicando que este llamado universal a la santidad se vive en uno de los cuatro "estados de vida", es decir, la vida matrimonial, la vida religiosa, el sacerdocio o el estado laico consagrado. El denominador común entre estos cuatro es un compromiso permanente hecho públicamente.

Brenda visitó un sitio web de citas católicas y conoció a un joven recientemente convertido al catolicismo. Charlaron en línea durante algún tiempo y finalmente acordaron verse para una cita. Aquellos de nosotros que somos un poco mayores podemos encontrar este método de citas un poco inusual, pero he aprendido al tratar con muchas parejas jóvenes que en realidad funciona bien. En línea, las personas pueden encontrar una comunidad de personas con creencias y prácticas religiosas similares mucho más fácilmente que en una universidad, en el lugar de trabajo o en las discotecas. Por ejemplo, recuerdo una pareja joven que acudió a mí para prepararse para el matrimonio hace años.  Él era un trabajador de la construcción y rara vez se cruzaba con alguna mujer.  Ella era una escritora que trabajaba desde casa y rara vez se cruzaba con hombres. Se conocieron en línea, se llevaron bien, se casaron y, hasta donde yo sé, viven felices para siempre. A pesar de todas las atrocidades que se encuentran Internet, parece que ha hecho posible que jóvenes con ideas afines, que tal vez nunca hubieran podido hacerlo en el pasado, se conozcan.

Brenda estaba convencida de que su Eddie era el hombre de sus sueños y su futuro esposo. El problema era que él no le había hecho la propuesta de matrimonio. “¿Qué hago ahora?”, preguntó ella. "Ahora", le dije, pídele tú que se case contigo. Ella lo hizo y él dijo: “¡Sí!”.

Hoy, Brenda y Eddie viven felices en otra parte del país. Estoy orgulloso de ser el padrino de su primer hijo y mantengo contacto regular con ellos. Asisten a Misa todos los domingos, viven la enseñanza de la Iglesia sobre la vida matrimonial y son el tipo de feligreses que cualquier párroco estaría feliz de tener. Puede que no hayan sido el rey y la reina del baile de graduación, pero parecen estar bien encaminados hacia el Reino de los Cielos.

 

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