THE DIARY OF AN INNER-CITY PRIEST #86 / DIARIO DE UN SACERDOTE URBANO #86

THE DIARY OF AN INNER-CITY PRIEST

Diary Entry #86      More Ash Wednesday.  Cognitive Dissonance.

In the field of psychology, cognitive dissonance is the perception of contradictory information and the mental toll that results from trying to process it. According to this theory, when two actions or ideas are not psychologically consistent with each other, people do all in their power to change them until they become consistent.

I have deep-seated issues with Ash Wednesday.  I am beginning to wonder if it may be a form of Post-Traumatic Stress Syndrome.  One of the earliest experiences of cognitive dissonance I had as a priest took place in connection with Ash Wednesday.  In a parish of which I was not the pastor, and so could control nothing, the old monsignor was very stuck in his ways.  Some of those ways were good for the parish, others not so much.  One thing was certain; he was not going to budge.

To this parish were assigned three priests and four deacons.  There was also a small army of extraordinary ministers of Holy Communion (the proper term for a “Eucharistic minister”).  When I first arrived, I noticed that, although there were seven ordained ministers (ordinary ministers of Holy Communion) available for service on a Sunday morning, Communion was distributed principally by the lay extraordinary ministers.  (We recall that Communion is only to be distributed by lay people in cases of “true necessity”.  That is, when ordinary ministers i.e., priests and deacons, are of an insufficient number such that the “the very celebration of Mass would be unduly prolonged”.) That certainly was not the case in this parish.

Anxious to show my willingness to serve as a newly minted priest, I asked the monsignor if he would like me to help distribute Communion even at the Masses I did not offer.  “No”, he barked.  “That is for the lay people to do.”  Realizing that it was not the moment to demonstrate my superior knowledge of the Church’s teaching on such matters, I let it go.  Later, I would try to instruct the monsignor using the appropriate official documents.  He would not budge.  I began to experience cognitive dissonance.

On Ash Wednesday things were different.  The monsignor insisted that all three priests and the available deacons would be present at each Mass to assist with the imposition of ashes.  He would not allow the lay ministers impose ashes even though they are permitted to do so if necessary.  By Communion time, we clergy had retired to the rectory and the lay people took over to distribute Communion.  This practice sent the not-so-subtle message that ashes were more important than the Eucharist.  I reasoned with the pastor.  I pleaded with him to correct this abuse and send a clear message to the faithful.  He would not budge.

When the monsignor finally, unwillingly retired and a new pastor arrived, I explained the situation.  The new pastor’s response was, “But, that doesn’t make any sense!” I sighed a prayer of thanksgiving.  He did not completely eliminate the distribution of Communion by lay ministers as he could and should have, but did allow me to curtail the abuse by replacing at least one of them at Sunday Masses.

People began to ask questions.  I began to correct their thinking on ashes, the Eucharist, and the improper use of extraordinary ministers of Holy Communion.  My frustration with the situation had been resolved, and at least some cognitive dissonance had been eliminated from the parish. Never could I have imagined at that time the avalanche of cognitive dissonance in the modern Catholic Church that was yet to come my way as a priest.  Neither could I have imagined what struggles awaited me as I tried to overcome it. I am still trying.  I will not quit.

 

 

 

DIARIO DE UN SACERDOTE URBANO

Entrada # 86       Más Sobre el Miércoles de Ceniza  Disonancia cognitiva

En el campo de la psicología, la disonancia cognitiva es la percepción de información contradictoria y el costo mental que resulta de intentar procesarla. Según esta teoría, cuando dos acciones o ideas no son psicológicamente consistentes entre sí, las personas hacen todo lo que está a su alcance para cambiarlas hasta que se vuelvan consistentes.

Tengo problemas muy arraigados con el Miércoles de Ceniza. Empiezo a preguntarme si puede ser una forma de síndrome de estrés postraumático. Una de las primeras experiencias de disonancia cognitiva que tuve como sacerdote tuvo lugar en relación con el Miércoles de Ceniza. En una parroquia en la que yo no era párroco y, por tanto, no podía controlar nada, el párroco, un anciano  monseñor estaba muy apegado a sus costumbres, y a sus formas de conducir la parroquia.  Algunas de esas formas eran buenas para la parroquia, otras no tanto. De una cosa si podía yo estar seguro, este anciano no cedería en nada.

A esta parroquia fueron asignados tres sacerdotes y cuatro diáconos. También había un pequeño ejército de ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión (el término apropiado para un “ministro eucarístico”). Cuando llegué por primera vez, noté que, aunque habíamos  siete ministros ordenados (ministros ordinarios de la Sagrada Comunión) disponibles para el servicio.

Sin embargo, los domingos a la hora de distribuir la Comunión, ésta era distribuida en su mayoría  por los ministros extraordinarios laicos. (Recordamos que la Comunión sólo debe ser distribuida por laicos en casos de “verdadera necesidad”. Es decir, cuando los ministros ordinarios, o sea, los sacerdotes y diáconos, sean insuficiente, y la cantidad de fieles fuera mucha.  En este caso se permite la colaboración de los Ministros extraordinarios laicos para acelerar la distribución y la Misa no se prolongue tanto. Este ciertamente no era el caso en esta parroquia.

Ansioso por mostrar mi voluntad de servir como sacerdote recién nombrado, le pregunté al monseñor si le gustaría que le ayudara a distribuir la Comunión incluso en las Misas que yo no celebraba. “No”, gritó. “Eso es algo que deben hacer los laicos”. Al darme cuenta de que no era el momento de demostrar mi conocimiento superior de las enseñanzas de la Iglesia sobre tales asuntos, lo dejé pasar. Más tarde intentaría instruir al monseñor utilizando los documentos oficiales correspondientes. Él no cedería. Comencé a experimentar disonancia cognitiva.

Para el Miércoles de Ceniza las cosas fueron diferentes. Monseñor insistió en que los tres sacerdotes y los diáconos disponibles estuvieran presentes en cada Misa para ayudar con la imposición de las cenizas. No permitiría que los ministros laicos impusieran cenizas, aunque se les permite hacerlo si es necesario. A la hora de la Comunión, los clérigos nos habíamos retirado a la rectoría y los laicos se hicieron cargo de distribuir la Comunión. Esta práctica envió muy un no tan sutil mensaje a los feligreses de que las cenizas eran más importantes que la Eucaristía. Razoné con el pastor. Le supliqué que corrigiera este abuso y enviara un mensaje claro a los fieles. Pero nuevamente se reusó hacerlo.

Cuando finalmente el anciano monseñor se jubiló aunque de muy mala gana, y llegó un nuevo párroco, le expliqué la situación. Su respuesta fue:  “¡Pero eso no tiene ningún sentido!” Suspiré aliviado y dije una oración de acción de gracias. El nuevo párroco, no eliminó por completo la distribución de la Comunión por parte de ministros laicos como debería haberse hecho, pero sí me permitió reducir el abuso, reemplazando al menos a uno de ellos en las Misas dominicales.

Los feligreses comenzaron a hacer preguntas.  Comencé a corregir su forma de pensar sobre las cenizas, la Eucaristía y el uso indebido de los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión. Mi frustración se había resuelto y al menos se había eliminado parte de la disonancia cognitiva de la parroquia. Nunca me hubiera imaginado en ese momento la avalancha de disonancia cognitiva en la Iglesia católica moderna que aún encontraría a lo largo de mi camino sacerdotal.  Tampoco podría haber imaginado las luchas que me esperaban mientras intentaba superarlas. Y hoy en día, continuo en esta lucha, y no me rendiré.

 

 

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