THE DIARY OF AN INNER-CITY PRIEST #85 / DIARIO DE UN SACERDOTE URBANO #85

THE DIARY OF AN INNER-CITY PRIEST

Diary Entry #85     Dirt and Sticks

In my opinion, the worst day of the liturgical year is Ash Wednesday.  I will likely scandalize some by what I am about to write, but let me state for the record that I do not like Ash Wednesday.  Why, one asks?  Isn’t it a beautiful day of repentance and a call to conversion?  Some priests go to train stations and put ashes on people’s heads as they board to head for work.  Some parishes send vans around their towns filled with Eucharistic ministers who will put ashes on the forehead of anyone who will pause for three seconds to receive them.  The whole Christian world has ashes imposed on their heads as a sign a penance and conversion.  What could possibly be bad about Ash Wednesday?

In the first place, Ash Wednesday is not a Holy Day of Obligation.  Nevertheless, in my experience, more people show up for Ash Wednesday than for any other day of the year including Christmas, Easter, and Holy Days of Obligation; maybe all of them combined.  Second only to Ash Wednesday is Palm Sunday. Why, one asks? I have theories.

First, only once a year, on Ash Wednesday, can an individual receive the imposition of ashes.  Only once a year can one receive a palm branch.  This gives a false sense of “value” to the ashes and palms. One may receive the Holy Sacrament of the Eucharist twice a day, every day of the year (except during the Easter Triduum), should one so desire.  The Eucharist is the Body and Blood, Soul and Divinity of the Lord Jesus Christ Himself.  It is a Sacrament, i.e. a source of sanctifying grace, and infinitely more supernaturally “valuable” than ashes or palms.  Ashes and palms are sacramentals like Holy Water, which dispose us, or help us, to cooperate with the grace of the sacraments.  In other words, if we are not making use of the sacraments, sacramentals “do” nothing for our souls.

A second theory is that on Ash Wednesday, the whole Christian world is looking for a fresh start.  This is a good thing, but does not explain why multitudes show up for ashes on Ash Wednesday, but do not come to Mass on the First Sunday of Lent a few days later.  Perhaps the fire of their initial fervor has already subsided, or they do not understand that deliberately skipping Mass on Sunday is gravely sinful, and that there is no sin whatsoever in not going to Mass and receiving the imposition of ashes on Ash Wednesday or “getting” a palm branch on Palm Sunday.

A third possibility is that on Ash Wednesday and Palm Sunday certain “Christians” want others to see that they are Christians, and those are the only two days of the year to wear or carry a visible sign to indicate one’s “Christianity”.

Among the innumerable horror stories, I could relate about Ash Wednesday, I offer two.  One day a woman called me to explain that her life was a mess and that she needed help.  I asked if she attended Mass on Sundays.  “No”, was her response.  “When was the last time you went to Confession?”, I asked.  “A very long time ago”, she said.  I explained that to reboot her life she should make a good Confession first, and go to Mass every Sunday afterward.  She replied, “I got ashes on Ash Wednesday, but they didn’t work”.  Ashes do not “work” if one is not living a sacramental life of grace in communion with Christ.

Another time, as I was distributing Communion during an Ash Wednesday Mass, a woman stepped up to receive the Eucharist.  After I showed her the Host and said, “The Body of Christ”, she said, “I don’t want that.  I want ashes”.  What does one say to that?

My phone rings all day on Ash Wednesday with people asking “what time are ashes?”  I respond, “Masses are at X, Y, and Z o’clock”.  “No”, they say, “what time are ashes?”  People who never come to Mass, and have no intention of doing so, ring the doorbell of the rectory all day and into the evening asking for ashes.  Frankly, it drives me crazy.

While all of this is very sad, but true, one can only chalk it up to ignorance or superstition.  My advice to all, as a grizzled old inner city parish priest, is this: attend Mass on Sunday and receive the Most Holy Sacrament of the Eucharist when you are properly disposed.  Keep yourself properly disposed by utilizing the Sacrament of Confession. Fulfill your obligations as a baptized, confirmed, and communed Catholic. Do your absolute best to love God and your neighbor.  Don’t worry over the dirt and sticks.

 

 

DIARIO DE UN SACERDOTE URBANO

Entrada # 85

REFLEXIONES SOBRE EL MIÉRCOLES DE CENIZA Y EL DOMINGO DE RAMOS

En mi opinión, el peor día del año litúrgico es el Miércoles de Ceniza. Probablemente escandalice a algunos por lo que estoy a punto de escribir, pero permítanme dejar constancia de por qué no me gusta el Miércoles de Ceniza. Algunos dirán:  ¿Por qué no le gusta? ¿No es este un hermoso día de arrepentimiento y de llamado a la conversión?  ¿No es loable que algunos sacerdotes vayan a las estaciones de trenes a imponer cenizas a las personas que se dirigen a sus trabajos?  ¿Y qué de algunas parroquias que envían camionetas con sus ministros eucarísticos por toda la ciudad para imponer cenizas a cualquiera que se detenga por tres segundos para recibirlas?  A todo el mundo cristiano se le imponen cenizas en la frente como signo de penitencia y conversión. ¿Qué podría tener de malo el Miércoles de Ceniza?

Para empezar, el Miércoles de Ceniza no es un día de obligación. Sin embargo, en mi experiencia, más personas se presentan a la Iglesia el Miércoles de Ceniza que cualquier otro día del año, incluyendo La Navidad, La Pascua y otros días de asistencia obligatoria.  Después del Miércoles de Ceniza, es el Domingo de Ramos el que ocupa el segundo lugar en asistencia, y yo me pregunto: ¿Por qué este fenómeno? Tengo algunas teorías al respecto:

En primer lugar, el hecho de que sólo una vez al año, el Miércoles de Ceniza, se imponen las cenizas, y sólo una vez al año, el Domingo de Ramos, se distribuyen palmas, hace pensar equivocadamente a muchas personas, que estas costumbres son de gran importancia y tienen gran trascendencia espiritual.

Pero, por otro lado, se olvidan o ignoran que pueden recibir el Santísimo Sacramento de la Eucaristía dos veces al día, todos los días del año (excepto durante el Triduo Pascual), si así lo desean, y aquí deseo recalcar que lo que recibimos en La Eucaristía es el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad del mismo Señor Jesucristo. Que es un Sacramento, es decir, una fuente de gracia santificante, e infinitamente más sobrenaturalmente “valioso” que las cenizas o las palmas. Las cenizas y las palmas son sacramentales como el agua bendita, que nos disponen, o nos ayudan, a cooperar con la gracia de los sacramentos. En otras palabras, si no hacemos uso de los sacramentos, los sacramentales “no hacen” nada por nuestras almas.

Una segunda teoría es que el Miércoles de Ceniza, todo el mundo cristiano busca un nuevo comienzo. Esto es algo bueno, pero no se explica por qué multitudes van a que les impongan las cenizas el Miércoles de Ceniza, y unos días después, que es el primer domingo de Cuaresma no asisten a Misa. Quizás el fuego de su fervor inicial ya se ha calmado, o no entienden que saltarse deliberadamente la Misa del domingo es un grave pecado, y que no hay pecado alguno sin no reciben las cenizas el Miércoles de Ceniza o una palma el Domingo de Ramos.

Una tercera posibilidad es que para ciertos “cristianos” llevar una cruz de ceniza en su frente el Miércoles de Ceniza o cargar una palma el Domingo de Ramos los identifica como “buenos cristianos”, cuando en realidad estos sean para ellos los dos únicos días en que se presenten en la Iglesia.

Entre las innumerables historias de terror que podría contar sobre el Miércoles de Ceniza, ofrezco dos. Un día una señora me llamó para explicarme que su vida era un desastre y que necesitaba ayuda. Le pregunté si asistía a Misa los domingos. “No”, fue su respuesta. “¿Cuándo fue la última vez que te confesaste?”, le pregunté. “Hace mucho tiempo”, dijo. Le expliqué que para reiniciar su vida debía hacer primero una buena confesión y después ir a misa todos los domingos. Ella respondió: “Recibí cenizas el Miércoles de Ceniza, pero no funcionaron”. Las cenizas no “funcionan” si uno no vive una vida sacramental de gracia en comunión con Cristo.

En otra ocasión, mientras estaba distribuyendo la Comunión durante la Misa del Miércoles de Ceniza, una señora se acercó para recibir la Eucaristía. Después de que le mostré la Hostia y le dije: “El Cuerpo de Cristo”, ella dijo: “No quiero eso. Quiero cenizas”. ¿Qué se puede decir ante eso?

También debo mencionar que El Miércoles de Ceniza, mi teléfono no para de sonar, y la única pregunta es: “¿A qué hora imponen las cenizas?” Yo respondo: “Las Misas son a las X, Y y Z”. “No”, dicen, “¿a qué hora impondrán las cenizas?” Las personas que nunca vienen a Misa, y no tienen intención de hacerlo, tocan el timbre de la rectoría todo el día y hasta la noche pidiendo cenizas. ¡Francamente, esta situación me vuelve loco!

Si bien todo esto es muy triste, pero cierto, sólo se puede atribuir a la ignorancia o la superstición. Mi consejo para todos, como viejo párroco del casco urbano, y con muchas canas es el siguiente: Asistan a Misa el domingo y fiestas de guardar, reciban el Santísimo Sacramento de la Eucaristía cuando estén debidamente dispuestos. Regularmente hagan uso del Sacramento de la Confesión, cumplan con sus obligaciones como católicos bautizados, confirmados, y que se confiesan y comulgan regularmente. Por lo demás, no te preocupes, las cenizas y las palmas ¡No son relevantes!

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