THE DIARY OF AN INNER-CITY PRIEST #63 -DIARIO DE UN SACERDOTE URBANO #63

THE DIARY OF AN INNER-CITY PRIEST

Diary Entry #63   The Unity Candle

 In the late 1970s and early ‘80s, while I was working as a musician, long before I was ordained to the priesthood, the Unity Candle was not only a staple at every wedding, but a sine que non.  A wedding without a Unity Candle was as unthinkable as a wedding without rings.

For those unfamiliar with this “rite within the rite”, I offer the following information about the Unity Candle from Wikipedia.  It summarizes the now almost ancient custom just as I remember it.  Two taper candles are initially lit and used by each member of the marrying couple. These tapers are then used to light a larger pillar candle in the center [after the exchange of vows]. Variations may include additional tapers used by parents to light the tapers that represent the individuals being married.  When the practice is intended to symbolize simply the joining of the bride and groom, the tapers may be blown out, to indicate that the two lives have been permanently merged, or they may remain lit beside the central candle, symbolizing that the now-married partners have not lost their individuality.”

As the custom began to fade at the beginning of the Third Millennium, I remember storing a Unity Candle in a sacristy closet in the parish to which I was assigned.  At the wedding rehearsal it was not unusual for the parents the spouses-to-be, fondly recalling their wedding ceremony, to ask about the Unity Candle, as if it were an essential part of the Ritual. The spouses-to-be, who may never even have heard of it, would panic, thinking that they, or I, had overlooked something fundamental.  “Not to worry”, I would assure them.  “We have one you may use.”

Presently, and pleasantly, perhaps only once in the last 8 or 10 years has a couple asked to use a Unity Candle at their wedding. That couple had planned to use the same one that their parents had used at their wedding in the ‘70s.  It was a “family tradition”.  Touching, I suppose.  I tried to dissuade them.  Here’s why.

Years ago, I officiated at a wedding at which the mothers of the bride and groom had decided that it would be lovely if, after the exchange of vows, they came forward from the pews to the sanctuary to hand the two burning tapers to their children, the newly married bride and groom.  Then, the couple would together light the pillar candle to symbolize that they were now one.  As the anticipated moment began to unfold, one of the ladies, wearing a new and unfamiliar dress and shoes, stepped onto the shiny, slippery marble floor of the sanctuary and immediately stumbled and fell.  Her head struck the stone floor, her glasses flew from her face and skittered away, and blood began to flow from her wound.  One of her high-heeled shoes fell off as her dress hiked itself up immodestly on her now supine body.  Fortunately, one of her children was a nurse and rushed to her aid.  Her injury seemed not to be severe, and we determined that there was no need to ring an ambulance for assistance.  Needless to say, while she was not seriously hurt, she was thoroughly embarrassed. The ceremony proceeded.

These days, young couples are generally unaware of the once ubiquitous Unity Candle.  I am not sure why it fell from favor, but I am glad that it did.  I never liked it, as it was never an official part of the Rite of Marriage in the Catholic Church.  Interestingly, similar customs from Latin American countries are included as options in the most recent Spanish language versions of the Rite of Marriage; but not the Unity Candle in the new English language version.

Today, when necessary, all I have to do to ensure that there will be no Unity Candle at a wedding at which I officiate is to relate my story.  It works (almost) every time.

 

DIARIO DE UN SACERDOTE URBANO

Entrada # 63

Las Velas Unitarias

A finales de los años 1970 y principios de los 80, mientras trabajaba como músico, mucho antes de ser ordenado sacerdote, la Vela de la Unidad no sólo era un elemento básico en cada boda, sino un elemento indispensable.  ¡Una boda sin la Vela Unitaria era como si faltaran los anillos!

Esta costumbre ya casi extinta, si mal no recuerdo, Wikipedia la define de la siguiente manera: “Inicialmente, cada miembro de la pareja contrayente, enciende y utiliza dos velas cilíndricas. Estas velas se utilizan luego para encender una vela más grande que se encuentra en el centro [después del intercambio de votos]. Las variaciones pueden incluir velas adicionales utilizadas por los padres para encender las velas que representan a las personas que se casan. Cuando la práctica pretende simbolizar simplemente la unión de los novios, las velas pueden apagarse para indicar que las dos vidas se han fusionado permanentemente, o pueden permanecer encendidas junto a la vela central, simbolizando la unión matrimonial, también indican que los ahora esposos, son uno solo pero que no han perdido su individualidad”.

Cuando la costumbre comenzó a desvanecerse a principios del Tercer Milenio, recuerdo haber guardado una Vela de la Unidad en un armario de la sacristía de la parroquia a la que me asignaron. En el ensayo de la boda no era raro que los padres de los futuros esposos, recordando con cariño su ceremonia nupcial, preguntaran sobre la Vela de la Unidad, como si fuera una parte esencial del Ritual. Los futuros esposos, que tal vez ni siquiera habían oído hablar de ello, entrarían en pánico, pensando que ellos o yo habíamos pasado por alto algo fundamental. “No se preocupen” les dije,  "Tengo unas velas que pueden usar".

Actualmente, y afortunadamente, y tal vez sólo una vez en los últimos 8 o 10 años una pareja haya solicitado las Velas de la Unidad.  Esta pareja había planeado usar las mismas que habían usado sus padres en su boda en los años 70. Era una “tradición familiar”. Conmovedor, supongo. Intenté disuadirlos de esta costumbre pero sin éxito.  A continuación les explico el porqué.

Hace años oficié una boda en la que las madres de los novios habían decidido que sería maravilloso que, después del intercambio de votos, se acercaran al santuario donde estaban los novios para entregar los dos cirios encendidos a sus hijos, los novios recién casados. Luego, la pareja encendía la vela del pilar para simbolizar que ahora eran uno.  Llegado el momento, y cuando una de las madres, ataviada con vestido y zapatos nuevos, al pararse en el piso de mármol del altar, que es bastante resbaladizo, se deslizó y cayó.  Su cabeza pegó con el mármol, sus gafas salieron volando, uno de sus zapatos tacón alto también se desprendió de su pie y la sangre comenzó a manar de su herida.  Al caer al piso, su vestido dejo al descubierto parte de su cuerpo, que ahora se encontraba de espaldas sobre el piso, en una posición bastante embarazosa.    Afortunadamente, uno de sus hijas era enfermera y corrió en su ayuda. Su lesión no parecía ser grave y determinamos que no era necesario llamar a una ambulancia para pedir ayuda. No hace falta decir que, si bien no resultó gravemente herida, la dama estaba completamente avergonzada. La ceremonia prosiguió.

Hoy en día, las parejas jóvenes generalmente desconocen el uso de las Velas Unitarias, costumbre que fue en el pasado una parte de la ceremonia y que era casi imperativo incluir en el rito.  No estoy seguro de por qué poco a poco se fue perdiendo esta costumbre, pero me alegro de que así fuera. Nunca me gustó, ya que nunca fue una parte oficial del Rito del Matrimonio en la Iglesia Católica.

Curiosamente, costumbres similares se llevan a cabo en algunos países latinoamericanos y se incluyen como opciones en las versiones más recientes en español del Rito del Matrimonio; pero en la nueva versión en inglés, ya no existe el rito de las Velas Unitarias.

Hoy, cuando se hace necesario, todo lo que tengo que hacer para asegurarme de que no habrán Velas Unitarias en una boda en la que yo soy el celebrante, cuento esta historia, ¡Y funciona! (o casi siempre funciona).

 

 

 

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