THE DIARY OF AN INNER-CITY PRIEST #39 – EL DIARIO DE UN SACERDOTE URBANO #39

Diary Entry #39: Pizza and Beer with Plumbers on a Super Bowl Sunday

I am not much of a sports fan, but I remember a particular Super Bowl Sunday very fondly.

I had recently taken charge of an inner-city parish which was bankrupt.  Completely bankrupt.  So bankrupt that there was no heat in the rectory.  We were working to be able to restore the heating system, but it wasn’t going well.  We needed money.  We had no money.  In the months of December, January, and February in the Northeastern part of the U.S. it is cold.  It can be very cold. And in early February we still did not have the funds available to heat the rectory.  I lived there alone.  Had another priest been living with me, I would have felt obliged to provide heat for him, somehow.  But as I was alone, I decided to tough it out.  I survived as well as I could until the funds became available to repair the heating system.  I had developed a close relationship with the owner of a plumbing and heating company, as all the ancient plumbing and heating systems at my parish needed constant attention.  He was at the parish at least once a week for emergency repairs.  The owner’s name was Fritz.

I must say that Fritz was one of the most trusted and respected contractors with whom I have ever worked.  When I placed a phone call, Fritz was there.  For my part, when Fritz wanted to show me the down and dirty of things, I crawled into the down and dirty with him, and got just as down and dirty as he did.  We respected one another.  I learned a lot from him.  I hope he learned something from me.

At last, I had gathered the funds, and Fritz had acquired the materials and laborers to repair our heating system.  The project would require electrical wiring, pipe fitting, hours of intensive labor, and the virtue of Hope to complete.  Fritz was ready.  I was ready.  It was Super Bowl Sunday.  I had offered perhaps four or five Masses that day, not to mention the Confessions and Masses of the previous day.  By 7:00 pm on Sunday I was physically and mentally done.  Fritz and his assistants were probably also done.  But the cosmic forces had combined, and everything was in place.  The hour had come.  Fritz and Company showed up at 7:00 pm on Super Bowl Sunday to provide me with heat for the first time all winter.  They dove into their work, and I stayed with them to encourage them and answer their questions regarding my knowledge of the building.

 I was very humbled to be in the presence of these men for several reasons.  First, they were willing to give up a Sunday evening, let alone Super Bowl Sunday evening, to restore heat to my rectory.  Sure, they were being paid, but they could have done the same work on Monday morning for the same pay. Fritz’s company was not unionized nor Fortune 500.  They were just good men doing good work.  Second, they possessed a knowledge and skill set which I could only hope to obtain if I live long enough to retire.  I spent a couple of years working in the plumbing and electrical departments of a very large hardware store in a very large city when I first graduated from college.  It was a complicated job.  It was scary complicated when you realize that a do-it-yourselfer could die if you give him the wrong information.

As the night wore on, I insisted that we take a break, watch some football, eat some pizza, and drink some beer.  The guys were hesitant, probably because they were on the clock and in the presence of their boss and his client, a priest.  I convinced them to relax for a bit.  I was paying the bill.  They were not to be concerned.  We watched some plays, ate some pizza, drank some beer, and had a great time together.  We continued to work for a spell, then watch for a spell.  It was a long, but productive and enjoyable night.  At the end of it all, some team or other had won the Super Bowl, but none of us was particularly interested.  We had done good work together, we had had fun together, and together we had restored to heat to my rectory for the first time all winter.  I was super pleased.

I hope those guys are doing well.  They have no idea how much I learned from them, nor how much I respect them, nor how much fun I had that night.  I hope they learned something from me.  May God continue to bless them and their work.

Psalm 133 A song of ascents. Of David.

How good and pleasant it is when brothers live together in unity! It is like precious oil poured on the head, running down on the beard, running down on Aaron's beard, down upon the collar of his robe.  It is as if the dew of Hermon were falling on Mount Zion. For there the LORD bestows his blessing, even life forevermore.

How good and pleasant it is when brothers live together in unity!

 

 

 

EL DIARIO DE UN SACERDOTE URBANO 

Entrada de diario #39

Pizza y Cerveza con algunos Fontaneros en el Domingo del Super Bowl 

No soy muy fanático de los deportes, pero recuerdo con mucho cariño un domingo del Super Bowl en particular.

Recientemente me había hecho cargo de una parroquia del centro de la ciudad que estaba en bancarrota. Completamente en quiebra. Tan en quiebra estaba esta parroquia, que ni en la rectoría había calefacción.

Estábamos haciendo muchos esfuerzos para recaudar fondos y poder restaurar el sistema de calefacción, pero las cosas no iban muy bien. Necesitábamos dinero. No teníamos dinero. En los meses de diciembre, enero y febrero en el noreste de los EE. UU. hace frío. ¡Puede hacer mucho frío! Ya estábamos a principios de febrero, y todavía no teníamos los fondos necesarios para calentar la rectoría.

Afortunadamente yo vivía solo en la rectoría. Si otro sacerdote hubiera estado viviendo conmigo, me habría sentido obligado a proporcionarle calefacción de alguna manera. Pero como estaba solo, decidí “hacerme el fuerte” y resistir las inclemencias del tiempo. Sobreviví lo mejor que pude hasta que los fondos estuvieron disponibles para reparar el sistema de calefacción.

Debido a que todos los sistemas de fontanería y calefacción de mi parroquia necesitaban atención constante, había desarrollado una estrecha relación con el propietario de una compañía de fontanería y calefacción. Fritz, que así se llamaba el propietario de la empresa, junto con su equipo, estaban en la parroquia al menos una vez a la semana para reparaciones de emergencia.

Vale la pena señalar que Fritz ha sido uno de los contratistas más confiables y respetados con los que he tenido la oportunidad de trabajar. Siempre que, hacia una llamada telefonía a su oficina, Fritz estaba allí. Yo por mi parte, cuando Fritz quería mostrarme el mal estado en que se encontraba el equipo a reparar, me unía a él para ver donde estaba el daño, y ambos salíamos llenos de mugre después de las reparaciones. Fritz y yo nos respetábamos mutuamente. Yo aprendí mucho de él, y espero que él también haya aprendido algo de mí.

Por fin, había reunido los fondos y Fritz había adquirido los materiales y los trabajadores necesarios para reparar nuestro sistema de calefacción. El proyecto requeriría cableado eléctrico, instalación de tuberías, horas de trabajo intensas sin que por supuesto, faltara la virtud de la Esperanza para completarse dicho proyecto.

Fritz estaba listo para dar inicio al trabajo. Era el domingo del Super Bowl, y yo había ofrecido si mal no recuerdo por lo menos cinco Misas, sin mencionar las confesiones y Misas del día anterior. A las 7 de la noche del domingo yo me encontraba física y mentalmente agotado.

Pero había llegado la hora de reparar la calefacción en la rectoría. Fritz y sus muchachos se presentaron en la rectoría a las 7 de la noche de ese domingo. ¡El domingo del Super Bowl! para reparar la calefacción. Deseaban que por primera vez yo tuviera calefacción en la rectoría después de tanto tiempo. Se pusieron “manos a la obra” y yo les acompañé para darles aliento y responder a sus preguntas sobre el edificio, ya que era yo quien estaba familiarizado con la estructura del mismo.

Me sentí muy honrado de estar en presencia de estos hombres por varias razones. Primero, estaban dispuestos a renunciar a un domingo por la noche, y no cualquier domingo, sino ¡El domingo del Super Bowl! Y todo con el fin de restaurar la

calefacción en mi rectoría. Claro que iban a ser remunerados por su trabajo, pero perfectamente lo hubieran hecho el lunes por la mañana y el pago sería el mismo. La Compañía de Fritz no estaba sindicalizada ni tampoco formaba parte de la lista de las 500 empresas más cotizadas que publica la prestigiada revista Fortune. Eran simplemente hombres buenos que hacían un buen trabajo.

En segundo lugar, sus conocimientos sobre fontanería y todo lo relacionado con calefacción eran impresionantes. Espero que algún día cuando me jubile pueda tener estos mismos conocimientos. Debo mencionar que yo algo sabía de este oficio. Cuando me gradué de la universidad, trabajé un par de años en los departamentos de Fontanería y Electricidad de una empresa enorme. Era un trabajo complicado, y bastante delicado. Pensar que, si me equivocaba al dar la información a un cliente que pensaba realizar el trabajo él mismo, y que por mi culpa podría tener un accidente y hasta electrocutarse, me preocupaba y estresaba mucho.

A medida que avanzaba la noche, insistí en que tomáramos un descanso, viéramos un poco de fútbol, comiéramos pizza y bebiéramos cerveza. Los muchachos dudaban, probablemente porque estaban marcando tarjeta de entrada y salida, y además estaban en presencia de su jefe y su cliente, que además era un sacerdote.

Los convencí de que se relajaran un poco, que después de todo ¡Yo estaba pagando por sus servicios! ¡No debían preocuparse! Nos instalamos en la sala de televisión de la rectoría y procedimos a ver algo de futbol, comimos pizza, bebimos cerveza y la pasamos muy bien juntos. Luego continuamos trabajando esperando que por encanto todo saliera bien, y así fue.

Fue una noche larga, pero productiva y agradable. Al final de todo, uno de los equipos ganó el Super Bowl, pero en realidad, ninguno de nosotros estaba particularmente interesado en ello. Habíamos hecho un buen trabajo juntos, nos habíamos divertido juntos y, juntos también habíamos restaurado la calefacción de mi rectoría que por primera vez funcionaria después de un largo invierno. ¡Me sentía muy, pero muy contento!

Pienso algunas veces en esos muchachos, y espero que todos estén bien. Quizás ellos nunca sabrán cuánto aprendí de ellos, ni cuánto los respeto, ni cuánto me divertí esa noche; solo espero que ellos también hayan aprendido algo de mí. Que Dios los siga bendiciendo a ellos y a su trabajo.

Salmo 133 Canto de subidas. de David

¡Qué bueno y agradable es cuando los hermanos viven juntos en unidad! Es como aceite precioso derramado sobre la cabeza, corriendo por la barba, corriendo por la barba de Aarón, hasta el cuello de su túnica. Es como si el rocío de Herón cayera sobre el monte Sión. Porque allí derrama el SEÑOR su bendición, y la vida para siempre.

¡Qué bueno y agradable es cuando los hermanos viven juntos en unidad!

 

 

 

 

 

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