THE DIARY OF AN INNER-CITY PRIEST #31 – EL DIARIO DE UN SACERDOTE URBANO #31

Diary Entry #31:  Mr. Santa Clause Man

This is not really a Christmas story.  The event I am about to relate took place on a hot summer day, as I recall.  But because it involves an inner-city character that my parochial vicar at the time and I called Mr. Santa Clause Man, it comes to my mind at Christmas time.

We gave Mr. Santa Clause Man his colorful name because he looked like Santa Clause.  He was a large man with a puffy, fluffy white beard just like Santa’s. Unfortunately for us, that is as far as the resemblance went.  Mr. Santa Clause Man was insane.  He never attended Mass, of course, but he came to the church regularly during the week to pray, apparently.  During the epoch of Mr. Santa Clause Man, (such people tend to come and go), we noticed that someone was removing all the pamphlets from our pamphlet racks.  These included holy cards, small prayer books, guides to making a good confession, and similar information.  Initially, we had no reason to suspect that Mr. Santa Clause Man was responsible for the vanishing pamphlets.

We learned of his bad habit one day when I received a call from the bishop’s secretary.  She informed me that an odd man, fitting the description of Mr. Santa Clause Man, had been bringing numerous pamphlets to the bishop’s office.  She discovered that they were from our parish because some were stamped with our name.  The bishop had asked her to call to find out why we were sending these pamphlets to his office by means of this parishioner.  I assured her that it was not my intention to send pamphlets to the bishop and asked her to please inform him of that. The bishop already thought I was crazy. I did not need this problem to add insult to injury.  Now, my parochial vicar and I had enough information to keep watch for a connection between Mr. Santa Clause Man and the missing pamphlets.

One hot summer day I received a phone call from my parochial vicar.  He was completely out of breath, and he sounded excited or frightened.  He was calling from his cell-phone, and I could hear that he was outdoors.  There were sirens in the background.  He had surprised Mr. Santa Clause Man in the very act of removing all the pamphlets from the racks.  He confronted Santa, and Santa lunged at him.  He ran out the front door of the church and headed down the street with Mr. Santa Clause Man in pursuit.  As he ran, having called the police, he called me.  That explained the sirens I heard in the background and his being out of breath.  The Police station was about three blocks from the church.  I jumped in my car and raced to the scene of the crime.  My parochial vicar was unharmed.  He had been able to outrun Santa.  The police had apprehended Santa.  He was handcuffed and sitting in a squad car when I arrived.

My parochial vicar pressed assault charges against Mr. Santa Clause Man, primarily so that he would be obliged legally to stay away from our church.  We later learned that Santa had an outstanding arrest warrant for having discharged firearms inside his house.  He went to jail.

So ends the sad tale of Mr. Santa Clause Man.  For all of you out there who do not believe, I can assure you that Santa is real.  He’s alive, and well, and incarcerated.  Merry Christmas.

 

 

EL DIARIO DE UN SACERDOTE URBANO 

Entrada #31 

“San Nicolás”

Esta no es realmente una historia de Navidad. El evento que estoy a punto de relatar tuvo lugar en un caluroso día de verano, según recuerdo. Pero debido a que involucra a un personaje del centro de la ciudad, que mi vicario parroquial y yo llamábamos San Nicolás, siempre recuerdo esta historia en Navidad.

Decidimos darle el colorido nombre de San Nicolás al personaje de nuestra historia porque físicamente se parecía a San Nicolás. Era un hombre bastante corpulento, con una barba blanca de peluche, suave y acolchonada como la de San Nicolás.

Desafortunadamente para nosotros, hasta ahí llegó el parecido. Nuestro “San Nicolás” estaba loco. No pertenecía a nuestra parroquia, y claro está que no asistía a Misa, pero aparentemente iba a la iglesia regularmente durante la semana para rezar.

Durante la época de nuestro personaje (estas personas van y vienen), nos dimos cuenta de que alguien estaba sacando todos los folletos de nuestros estantes de folletos. Estos incluían tarjetas y pequeños libros de oraciones, guías para hacer una buena confesión e información similar. Inicialmente, no teníamos motivos para sospechar de “San Nicolás”, y no pensábamos que él fuera el responsable de la desaparición de los panfletos.

Nos enteramos de su mal hábito un día cuando recibí una llamada de la secretaria del obispo. Me informó que un hombre extraño, que se ajustaba a la descripción de nuestro “San Nicolás”, había estado llevando gran cantidad de folletos a la oficina del obispo. En la oficina del Obispo descubrieron que pertenecían a nuestra parroquia porque algunos tenían el sello nuestro. El obispo le había pedido a su secretaria que llamara para averiguar por qué enviábamos estos folletos a su oficina por medio de este feligrés. Le aseguré que no era yo quien enviaba estos folletos, y le pedí que por favor se lo informara al obispo, y dije para mis adentros: “De por si, ya el obispo piensa que yo estoy loco, y esta situación solo ‘echará leña al fuego’ y le confirmaría lo que él piensa de mi”.

De aquí en adelante, mi vicario y yo teníamos una misión: Vigilar y ver quien era la persona que estaba sustrayendo nuestros panfletos de los anaqueles y llevándoselos al obispo.

Un caluroso día de verano recibí una llamada telefónica de mi vicario parroquial. Estaba completamente sin aliento, y sonaba bastante asustado. Estaba llamando

desde su teléfono celular y pude escuchar ruidos que indicaban que estaba afuera. Al fondo de oían las sirenas de la policía y de los bomberos.

El vicario había sorprendido a “San Nicolás” en el acto de sacar todos los folletos de los estantes, se le enfrentó y “San Nicolás” se abalanzó sobre él. El vicario salió corriendo por la puerta principal de la iglesia y se dirigió calle abajo mientras “San Nicolás” lo perseguía. Mientras corría, pudo hacer uso de su celular, llamó a la policía y me llamó a mi. Eso explicaba las sirenas que escuché y la falta de aliento del vicario.

La Estación de Policía se encontraba a unas tres cuadras de la iglesia. Subí a mi auto inmediatamente y conduje los cinco minutos hasta llegar al lugar del incidente. Mi vicario parroquial resultó ileso. Había sido capaz de correr más rápido que “San Nicolás” y afortunadamente éste no lo había alcanzado. La policía había detenido a Santa. Estaba esposado y sentado en un carro-patrulla cuando llegué.

Mi vicario parroquial presentó cargos de agresión en contra de “San Nicolás”, más que todo para obligarlo legalmente a mantenerse alejado de nuestra iglesia. Luego supimos que “San Nicolás” tenía una orden de arresto pendiente por haber disparado armas de fuego dentro de su casa, y lo encarcelaron.

Así termina la triste historia de “San Nicolás”. Para todos los que no creen, puedo asegurarles que “San Nicolás” existe, que está vivo y bien y encarcelado. ¡Feliz navidad!

 

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